El compromiso de las familias con los proyectos educativos de los centros dónde confiamos a nuestros hijos pasa, entre muchas otras coses, por compartir valores y facilitar que las competencias que aprenden en las escuelas y los institutos también se puedan practicar y desarrollar en un entorno más próximo. Una de las competencias sociales es la de conocer y poner en práctica estrategias y hábitos que intervengan en el propio aprendizaje y podemos decir que cuidar de los materiales de aprendizaje y de los espacios comunes forma parte de esa construcción de hábitos cívicos.

Por otro lado, es evidente que nos encontramos en un momento de cambio del modelo social y cultural, muy probablemente acelerado por la pandemia del Covid que ha generado una situación de crisis en muchos ámbitos. La economía se ha visto ralentizada y las familias, en general, hemos puesto en el horizonte una duda más que razonable en el consumo que hacemos en nuestros hogares. Hemos dado valor a conceptos como “economía circular”, que nos hace reutilizar elementos que, poco tiempo antes, no dudábamos en sustituir por otros nuevos.

Los conceptos de reciclaje y reaprovechamiento también forman parte de las aptitudes proactivas delante de la emergencia del cambio climático que sufre nuestro planeta.
No compra los libros de texto cada año y participar en proyectos de socialización o reutilización tiene que ver, también, con dos cuestiones que hemos discutido.
La reutilización debe entenderse como una acción a la comunidad educativa en el marco del desarrollo sostenible que tiene como objetivos:

    • disminuir el coste económico que supone la compra de libros para las familias,
    • dacilitar el acceso a los libros a todo el alumnado del centro,
    • reducir los residuos generados y fomentar el respeto por el material comunitario.

Y, para entender mejor el concepto de “equidad” que amara todo el proyecto de reutilización, vale la pena leer lo que publicó la UNESCO el año 2016, el documento 23 que tenía por título “Cada niño debería de tener un libro de texto”; en las primeras líneas del largo artículo de 16 páginas especifica que “ aparte de contar con buenos docentes, la mejor manera de mejorar la educación y el aprendizaje es disponer de libros de texto bien elaborados y en calidad suficiente”. Pese a que el marco general del artículo tenia en cuenta a otras sociedades económicamente más desfavorecidas, los conceptos más genéricos sobre el enseñamiento son plenamente válidos: los estudiantes (tengan la edad que tengan) deben tener un material de aprendizaje propio, que pueden hacer suyo y que, en el caso de los libros socializados o reutilizados, sepan cuidar para traspasarlos a otros compañeros.